Son los momentos que vivimos con los amigos de infancia
los que nos hacen agradables los reencuentros.
La
casa de Alberto por ser de esquina se tomó como punto de encuentro, se
organizaban las salidas y el lugar donde se acopiaba las ropas que
se iba a utilizar, para salir de allí en caso de no conseguir el permiso de los
padres o familiares.
Era
sábado en la tarde, se veía venir a los inseparables amigos David cachi, Nacho
y al flaco Alberto, los tres al caminar hacían la forma de M, por que dos de ellos eran bastante alto y el del medio más
pequeño. Apenas llegaron dieron la pauta de lo que se iba a hacer al día
siguiente que era el inicio de los pre carnavales de la ciudad.
Bien
temprano salí con ropa deportiva (bermudas y camisetas) y me encuentro con el
flaco quien al verme, me regañó, no joda “pónganse elegante que uno nunca sabe
lo que va a pasar”. Me cambié a
regañadientes, cuando llegué ahí estaban todos elegantes y olorosos a perfume.
Nos
vamos para el Barrio Simón Bolívar, más específicamente al baile Derroche
Juvenil, arranquemos de una para llegar de primeros. La consigna se cumplió,
había suficiente recursos para gozar ese día, desde la mesa conformada por 7 de
nosotros, le comenzó a bailar el ojo al flaco, el enamoradizo del grupo. David cachi lo sabía y mando a Nacho a que consiguiera algunas chicas, se las
fue mostrando una a una hasta que él escogió;
Nacho con su habilidad para hablar y bailar se acercó al grupo donde
estaba la chica escogida y el flaco asintió, mientras los dos Rafa: Machado acelerado por bailar y Paipilla ordenando el trago tomar. Al rato habían 15 personas en la
mesa, los encantos de las chicas enamoraron al grupo, picadas, bailes y todo lo que solicitaron se les concedió hasta bien entrada la noche.
Al
momento de regresar a la casa nos dimos cuenta que habíamos quedado sin plata,
“¿cómo así que nos vamos a pie para la casa?”, exclamó Richard !!.. ni modo andémonos
que el camino es largo. En esa época no había celulares para llamar y pedir
dinero prestado o que nos pagaran el taxi en la casa.
La
única sensación que nos quedó a la hora de la despedida y que a pesar del
cansancio por la caminata que nos esperaba, era la esperanza de volverlas a ver
nuevamente el próximo domingo.
De esos momentos vividos recordé otro al lado de mi amigo inseparable el
Flaco Alberto:
Aquí
solamente falta Javier para que esto se ponga bueno, insistía el flaco Alberto,
de tanto invocarlo apareció él, si Javier, sonriente y fue recibido con un
fuerte abrazo.
Alberto
en plan de conquista con la dependiente de la tienda, una joven del interior
del país bastante agraciada, que al verla se levantó inmediatamente para hacer
el pedido de unas cervezas y de paso aprovechar para hacer coqueteos, a los
cuales ella respondía con una sonrisa picarona.
Después
de entregar el pedido a cada uno de nosotros, el siguió de miradas con la niña,
lo que no le permitió ver donde se iba a sentar, en ese momento Javier le sacó
la silla y allá fue a caer Alberto con las piernas arribas, tremendo porrazo se
dio. Todos comenzaron a reírse, las carcajadas continuaban, el comenzó al
levantarse lentamente, mirando a especialmente a la niña con quien minutos
antes coqueteaba, la cual estaba de frente, y esta vez la sonrisa picarona, se
convirtió en burla sarcástica.
Javier
eso no se hace, repetía insistentemente, tanto pedir que aparecieras y me haces
esto precisamente delante de la chica.
Santo remedio para perdernos de esa tienda, aunque la joven aun pregunta
por el muchacho que se cayó
Por: Giovanny Ferrer C.
Colaborador
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