Solo 16 días van de éste año y el tema de inseguridad en el departamento es preocupante. El paso inexorable del tiempo
trae consigo cambios buenos y malos en la memoria de las ciudades.. Es usual
escuchar a los abuelos que todo tiempo pasado fue mejor, lo que deja mal
parada a las nuevas generaciones que también son constructores de la historia
de los pueblos, ellos pueden creer que son mentiras o puras habladurías de los
viejos al realizar tales afirmaciones de sus recuerdos. Podemos decir con
absoluta certeza que siempre ha habido rateros,
marihuaneros o burros, cuyas fechorías no alcanzaban los límites
desproporcionados contra la integridad
humana que vemos hoy.
De ahí que en Barranquilla se
podía gozar de las brisas frescas en las tardes curramberas, donde las familias
sentadas en sus puertas esperaban las noches de serenatas, para encender faroles bajo la lunita grata
como añoranza de la eterna novia que ya
no está. Estas agradables tertulias no tenían la presión del
miedo y el temor a que aparecieran los bandidos a despojarlos
de sus pertenencias, hoy las casas parecen hermosas cárceles enrejadas, y la soledad se apodera de las
calles por el temor a ser atracado a cualquier hora del día. El remanso de paz
del que alguna vez nos jactábamos ha ido creando remolinos de temores en sus
habitantes.
El panorama en los pueblos del
Atlántico no es el más alentador, hace menos de quince años en un trabajo
realizado para la Gobernación, que serviría de
base en la elaboración del Manual de convivencia del Departamento, en
municipios como Tubará, Piojó, Sabanalarga, Usiacurí, Baranoa, entre otros; las inspecciones
de policía y las comisarías de familia tenían estadísticas risibles de las
actividades delincuenciales: robos de gallinas, desaparición de un cerdo, robo
de yuca y maíz , pelea entre vecinas por echar la basura para las terrazas
ajenas.
La tranquilidad hace mucho tiempo
nos abandonó, la llegada de nuevas culturas a nuestro vividero trajo la
intranquilidad a las calles de mi vieja Barranquilla ; el miedo se apodera de los pueblos
como una alerta constante para cerrar sus rejas y colgar los candados.
Añoramos el pasado, quisiéramos volver a dejar
las puertas abiertas para que entren los vecinos, amigos o comadres a buscar
un pedacito de ahuyama o una mazorca, hoy nuestro presente es de hierro y
aluminio, la sensación de un encierro nos consume como presos de una sociedad
insegura…¿Qué nos está pasando?
El problema radica en la falta de educación, de principios,mucha delincuencia juvenil,poca autoridad,y un sistema penal muy deficiente
ResponderEliminarY compromiso de las familias para reforzar valores en los hijos.
ResponderEliminarLa integridad es fundamental para el fomento e interiorización de los valores
ResponderEliminarTodo va de la mano, es tener responsabilidad familia y estado en la construcción de éstos valores.
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