lunes, 16 de enero de 2017

La intranquilidad que me abruma.


Solo 16 días van de éste año y el tema de inseguridad en el departamento es preocupante. El paso inexorable del tiempo trae consigo cambios buenos y malos en la memoria de las ciudades.. Es usual escuchar a los abuelos que todo tiempo pasado fue mejor, lo que deja mal parada a las nuevas generaciones que también son constructores de la historia de los pueblos, ellos pueden creer que son mentiras o puras habladurías de los viejos al realizar tales afirmaciones de sus recuerdos. Podemos decir con absoluta certeza que siempre ha habido rateros,  marihuaneros o burros, cuyas fechorías no alcanzaban los límites desproporcionados contra la integridad  humana que vemos hoy.
De ahí que en Barranquilla se podía gozar de las brisas frescas en las tardes curramberas, donde las familias sentadas en sus puertas esperaban las noches de serenatas,  para encender faroles bajo la lunita grata como añoranza de la eterna novia  que ya no está. Estas   agradables tertulias no tenían la presión del miedo y  el temor  a que aparecieran los bandidos a despojarlos de sus pertenencias, hoy las casas parecen hermosas cárceles  enrejadas, y la soledad se apodera de las calles por el temor a ser atracado a cualquier hora del día. El remanso de paz del que alguna vez nos jactábamos ha ido creando remolinos de temores en sus habitantes.
El panorama en los pueblos del Atlántico no es el más alentador, hace menos de quince años en un trabajo realizado para la Gobernación, que serviría de  base en la elaboración del Manual de convivencia del Departamento, en municipios como Tubará, Piojó, Sabanalarga, Usiacurí, Baranoa, entre otros; las inspecciones de policía y las comisarías de familia tenían estadísticas risibles de las actividades delincuenciales: robos de gallinas, desaparición de  un cerdo, robo de yuca y maíz , pelea entre vecinas por echar la basura para las terrazas ajenas.
La tranquilidad hace mucho tiempo nos abandonó, la llegada de nuevas culturas a nuestro vividero trajo la intranquilidad a las calles  de mi vieja Barranquilla ;  el miedo se apodera de los pueblos como una alerta constante para cerrar sus rejas y colgar los candados.
 Añoramos el pasado, quisiéramos volver a dejar las puertas abiertas para que entren los vecinos, amigos o comadres a buscar un pedacito de ahuyama o una mazorca, hoy nuestro presente es de hierro y aluminio, la sensación de un encierro nos consume como presos de una sociedad insegura…¿Qué nos está pasando?


4 comentarios:

  1. El problema radica en la falta de educación, de principios,mucha delincuencia juvenil,poca autoridad,y un sistema penal muy deficiente

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  2. Y compromiso de las familias para reforzar valores en los hijos.

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  3. La integridad es fundamental para el fomento e interiorización de los valores

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  4. Todo va de la mano, es tener responsabilidad familia y estado en la construcción de éstos valores.

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