jueves, 23 de noviembre de 2017

23 de Noviembre día de los muertos...en Tubará

Las costumbres y tradiciones de los pueblos recrean la historia que se teje a partir de los momentos cotidianos vividos en cada lugar. Fiestas patronales, festivales de los productos que se cultivan para el consumo de la familia, muestras folclóricas, artesanales y la tradición oral tan importante para mantener viva la  esencia cultural de la región.

Estas celebraciones se convierten en las manifestaciones de fiesta y  fervor para disfrutar  y compartir cada año. 
Uno de los pueblos con mayor historia es el municipio de Tubará, en el Atlántico; la memoria de sus ancestros no recuerda con exactitud desde cuando el día de los difuntos no es el 2 de noviembre como se conmemora en toda Colombia… Allá sus muertos esperan unos días más para ser velados un día como hoy 23 de Noviembre. No por capricho, ni rebeldía se dio este cambio de fecha… me contó un día mi abuelo Marceliano, que en momentos en que los curas eran tan necesarios, pero escasos, el municipio de Juan de Acosta, Piojó y Tubará compartían el mismo sacerdote, por esos tiempos se habla del Párroco  Francisco De Castro (imagino que no eran muchos los muchachos que querían dedicarse al celibato y los que tal vez querían los recursos económicos se lo impedían). 
En vista que se cruzaban las celebraciones del día de los difuntos, el Clero,   decide cambiar la fecha quedando así hasta nuestros días.  Aunque les confieso que han llegado sacerdotes con el ánimo de retomar la verdadera fecha, los tubareños mantienen su costumbre de velar a los muertos  el 23 de noviembre, no obstante algunos también lo hacen el día que es. 
Lo cierto es que hoy es un día diferente, la plaza se llena de vendedores de flores y veladoras, desde muy temprano empieza el desfile de feligreses,  en la tarde ya casi noche, se da  la verdadera peregrinación de todos a visitar a los que ya nos dejaron. Los muchachos y muchachas aprovechan  para escaparse a tertuliar y pasearse por los caminos entrecruzados del campo santo  como laberintos abiertos que solo los que somos de allá conocemos , los más viejos a comer naranjas y conversar con los que hace un año no ven. Hoy el único lugar interesante es el cementerio, iluminado, pintado y embellecido, se engalana con la visita de los vivos a sus muertos, como muestra del amor que perdura más allá de la existencia.



Fotos : Mónica Coll Alba
Comunicadora Social-Periodista

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