miércoles, 7 de febrero de 2018

Entre el Mar y el Rio

En la desembocadura del Rio Magdalena y en su encuentro con el mar Caribe, hay un lugar conocido como Bocas de Cenizas; para llegar se necesita de un recorrido de unos 7.5 kms. Sentado sobre unos peñascos grandes, observo ese espectáculo maravilloso que nos brinda la naturaleza, admiro el respeto de esas masas de aguas que no cruzan su línea imaginaria, en donde la brisa sopla fuertemente y las olas salpican suavemente mi piel, sin proponérmelo  surge enseguida un paralelo de lo que es mi vida.

El Rio abundante como es se ve tranquilo, es la fuente de vida de muchas personas y animales, a su vez, el Mar con sus olas, su belleza de colores y su inmensidad, es un enigma inagotable para los soñadores.
Sin embargo, el Rio trae corrientes por debajo y arrastra todo lo que encuentra a su paso, al igual el Mar de quien se dice hay que tenerle respeto, por ser  ese monstruo indomable (descrito por Julio Flórez en su poema Idilio eterno)  pues en cualquier  momento nos puede atrapar. 
Ese análisis de comparación lo hago en éste sitio con la misma intensidad del que vive entre dos hogares… vivir así entre el Mar y el Rio, es  lo mismo, dos hechos tan distintos pero tan iguales, donde algunas veces se encuentra tranquilidad, calidez, la belleza y hasta sueños, pero también situaciones de turbulencias, desánimo, cansancio y hasta de abandono,  como queriendo que  las corrientes del Rio y las olas del Mar te pudieran  arrastrar, hasta  terminar con todo.
De pronto una salpicada de las olas me saca de mi pensamiento y me digo afortunadamente sé nadar y siempre alcanzo la orilla para sortear de alguna manera esos obstáculos.
El Mar siempre ha de permanecer, al igual que el Río con sus afluentes que lo alimentan, pasa lo mismo en nuestras vidas en donde lo más importante de una familia no es vivir juntos, sino estar unidos.


Por: Giovanny Ferrer Castillo
Colaborador

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